jueves, 24 de junio de 2010

Capítulo 1: Ruth

Ruth hacía las maletas en silencio. Por fin su madre había terminado con el papeleo del divorcio. La mudanza era inminente, y ella no se sentía del todo triste.
Estaba a punto de dejar atrás la ciudad y la gente que la había visto crecer durante los últimos 15 años, pero más que entristecerla, aquello le brindaba una oportunidad de empezar de cero una vida diferente.
Su vida hasta entonces, había pasado por dos etapas: una etapa feliz antes de cumplir los once años y un etapa "no tan feliz" desde los once años hasta entonces.
Ruth tuvo una infancia feliz, llena de amor y unión familiar. A los 11 años empezaron a torcerse las cosas. Sus padres ya no se querían tanto, la rutina había podido con su relación y las caras largas eran ya algo inevitable, que se repetía día a día. Era muy pesado para ellos llegar a casa y tener que estar con esa persona, por la que ya no sientes esa pasión de antes, la cual se ha transformado en una amistad que se degasta día tras día con la convivencia. Porque ya nada los une, salvo la niña que tuvieron 11 años atrás, cuando la llama del amor ardía en sus corazones.
Sus padres cada vez se distancian más y más, Ruth es el tema clave entre ellos y se convierte en motivo de discusiones y malos rollos.
Ruth se ve más que deprimida en esa situación, en la que sus padres no saben tomar una decisión sobre qué hacer con sus vidas y sobre todo con la de su hija, que cada vez se torna más gris.
Ruth es una niña triste y sola. Tenía amigas, pero ya no sale a la calle. Sus padres se pasan el día fuera de casa para evitar verse el uno al otro, y Ruth se queda encerrada en la casa con la llave echada. A veces en los fines de semana la vienen a llamar, y ella acepta, pero otras veces prefiere quedarse de nuevo sola, con su tristeza y su soledad.
Entonces sus amigas dejan de llamarla porque saben que no bajará y que será una pérdida de tiempo.
Y sus padres siguen tan inmersos en su vida y en sus preocupaciones que no se dan cuenta de cómo su hija ya no sale, se ha quedado sin amigas, y ha olvidado cómo sonreír.

A los 13 años, Ruth entra en el instituto. Para ella es un mundo nuevo, la gente ya no es la misma y ahora piensa que su vida quizá pueda dar un giro de 180 grados. Y ciertamente su vida vuelve a cambiar, pero a peor. Ruth no consigue hacer amigos, y en clase la catalogan como la rarita. En el recreo, Ruth se va al baño y escucha música encerrada en uno de los WC. U opta por ir a la biblioteca y hacer los deberes, estudiar o leer. Sus notas nunca fueron malas. Era de las primeras de la clase y siempre conseguía matrícula de honor. No lo costaba demasiado sacar esas notas tan altas, pero por puro aburrimiento, se memorizaba la lección de cada día con puntos y comas. Al fin y al cabo, estudiar era de las pocas cosas que podía hacer en su tiempo libre para olvidar aunque fuera por unas horas su vida real. Eso y comer.
Antes de cumplir los 11 años, era una niña de complexión normal, menudita, pero en esos últimos años había engordado, y aquello parecía ser lo único que habían constatado sus padres. Ella no entendía cuando sus padres le decían que debía comer menos, o cuando le denegaban el postre al final de la comida. Pero aún así, sus padres le traían galletas y dulces casi a diario. Quizá era una manera de rellenar la falta de cariño.
Y es que, después de todo, no querían una hija gorda. No importaba si estaba completamente sola y sin amigas, o si su vida estaba vacía, lo que importaba era que de puertas para afuera, la niña tuviese un cuerpecito 10, aunque la niña sólo saliera de la casa para ir al médico, al dentista y a las reuniones de familia como Navidad.

Cumplió 14 años siguiendo estando sola. En la fecha de su cumpleaños, nada cambiaba de su rutina. Sólo que recibía felicitaciones de la familia y sus padres se picaban entre ellos para ver quién le hacía el regalo más caro. Ruth los había aceptado al principio, pero después se dio cuenta de lo que de verdad significaban esos regalos. Y el día de su cumpleaños se convirtió en el más odiado del calendario.
Ruth ya no era una niña pequeña, y empezaban a preocuparle algunas cosas. Su manera de vestir, su cuerpo, los amigos, los chicos. Después de todo, era una preadolescente. Había conseguido forjar algunas relaciones con chicas de su clase; no llegaban a ser una amistad, pero de lo que tenía era lo que más se le acercaba. Estas chicas la influían, positiva y negativamente. Los chicos nunca se habían fijado en ella, y Ruth por fin entendía el por qué, tras haber hecho "amigas" por fin y haber entablado conversaciones con ellas, de todo tipo de temas.
Descubrió un dato: a los chicos no les gustan las chicas gordas. Y ella ahora estaba gorda.
Fue uno de los shocks más grandes que pudo vivir nunca. El verse, de un día para otro, totalmente distinta a lo que siempre había imaginado. Mirarse al espejo con ojos crueles, con ojos malvados, con los ojos de la sociedad. Se dio cuenta de lo gorda que realmente estaba, que estar gorda no era nada bueno, y que tenía que cambiar urgentemente.
Así, empezó a comer menos, según lo que siempre había oído y lo que le habían recomendado sus "amigas". También volvió a salir a la calle. A veces iba sola, enchufada a su iPod, al centro comercial y miraba y compraba algo de ropa. Sus amigas la llamaban para dar vueltas por el barrio. Era el típico grupo de chicas al que a veces también se le acoplaba un grupo pequeño de chicos. Entre ellas, había una chica que brillaba más que las demás. Se llamaba Sara. Era una chica no demasiado alta, con un espectacular pelo largo y ondulado, castaño claro tirando a rubio. Tenía unos grandes ojos color miel que destacaban en su pequeña cara. Sus labios, también eran carnosos y notables. La naricita, pequeña y puntiaguda.
Siempre llevaba un modelito distinto, le encantaba vestir a la última, y lucirse. No mediría más de 1.62, y pesaba 44 kilos. Volvía locos a los chicos, pero a ella solo le gustaba jugar. Había mantenido alguna especie de relación medianamente estable con alguno de ellos, pero más bien se le podía considerar un rollo de dos semanas. Para colmo, Sara también era una chica estudiosa. Estudiaba en su casa diariamente, y sacaba notas excelentes, como era de esperar. Ruth sentía cierta envidia. Quería entrar en sus pitillos de la 32. Y quería llamar la atención de los chicos, sobre todo de Aitor, el más guapo de todos. Porque, puestos a elegir, ¿por qué no el más guapo? Ruth solo tenía amigas, a los chicos de la clase se había dirigido sólo en las ocasiones que lo habían requerido, y al igual se habían dirigido ellos a ella.
Ahora Ruth quería ser como Sara, ser perfecta, gustar a todos.

A mitad de curso, el ambiente familiar dejaba mucho que desear. Sus padres estaban a punto de tirarse de los pelos, simplemente, no soportaban la presencia del otro. Ruth era ahora la que pasaba de ellos, y se dedicaba a mirarse el ombligo. La relación paterno-filial era apenas existente. Ruth pensaba que los quería, porque se supone que los hijos "deben" querer a los padres. Pero ella nunca demostraba su afecto hacia ellos, ni tampoco era así al contrario. Simplemente, se saludaban todos los días, intercambiaban algunas palabras en la comida, y cuado ésta terminaba, cada uno se iba a hacer lo que quisiera. Los padres, fuera de la casa. Y Ruth, se quedaba dentro leyendo, escuchando música, haciendo ejercicios (tanto para el instituto como para el cuerpo) y, sobre todo, "no-comiendo". Más tarde, salía a la calle. Se preparaba tal y como podía, teniendo un cuerpo, a su ver, tan deforme y asqueroso.
Sus amigas nunca habían comentado nada sobre su sobrepeso. Era cierto que tenía un poco, midiendo 1.69 y rondando los 70 kilos. Era una chica grande, lo que también le dificultaba el pasar desapercibida.
Las chicas del grupo estaban todas en un peso normal, excepto Sara, que claramente tenía un peso por debajo de lo que cualquier médico llamaría "normal".
Ruth mientras tanto seguía en su intento por adelgazar, que avanzaba muy lentamente. Los veranos se le hacían odiosos, por tener que enseñar su cuerpo a los demás, un cuerpo tan poco digno para ser visto según ella. Al verano de sus 14 años llegó pesando 62 kilos. Y fue ese mismo verano cuando sus padres acordaron en divorciarse.

Ruth ha cumplido recientemente sus 15 años, concretamente el 4 de agosto, que es el mes que ahora está finalizando. Sus padres están oficialmente separados, y su madre se queda con toda la custodia. Su padre no está muy interesado en visitarla, dice que quizá lo haga en el verano o en Navidad. Pero eso es un tema que ahora a Ruth no lo interesa. Ahora toca marcharse lejos de aquí, donde quizá tenga derecho a una vida más plena, con nuevos amigos de verdad, y quizá una posibilidad para el amor, algo que ella desconoce por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario