jueves, 1 de julio de 2010

Capítulo 4: La número 20

Juntos, salieron del parque. Al contrario de lo que ella pensaba, no se sentía nada incómoda, y mantenían una charla muy amena.
-¿Cómo es que te has mudado?
-... Bueno, podría decirse que necesitábamos un cambio de aires.
-Parece que lo llevas bien.
-Sí, la verdad es que... era algo que ya se venía venir, lo tenía bastante asumido.
-Me alegro en ese caso. A veces estas cosas son un poco más traumáticas.
-Sí, ya ves... Pero estoy perfectamente.
-¿Y a qué instituto vas a ir?
-Al... no sé qué de León.
-¿Luca de León?
-Sí, ese es.
-Entonces vamos al mismo. Yo entro a 1º de Bachiller, ¿y tú?
-Yo a 4º de la ESO. ¿Has repetido?
-Qué va, ¿te parezco mayor?
-Un poco sí.
-Jaja, pues no sé... Tampoco es la primera vez que me lo dicen, pero en fin.
-Tampoco es que parezcas mucho más grande, ¿eh? Solo te echaba unos 17, no 35.
-Oh, vaya -Eric rió-. Entonces, no pasa nada.
-¿Y Yack? ¿Cuántos meses tiene ya?
-Tiene 4 meses y medio. La tuya también parece tener unos 3 o 4 meses, está ya grandecita.
-¿Sí?
-Y más que va a crecer. Los galgos son perros grandes.
-¿Estás seguro?
-Sí, quizá no lo parezca porque están muy delgados, pero son unos perros grandes. No demasiado, pero son grandes.
-Qué potra.
Inmediatamente, Ruth se arrepintió de haber abierto la boca.
-¿Qué potra? ¿Por qué lo dices? -Eric la miraba inquisitivamente.
Ruth pensó rápidamente qué podía contestarle sin parecer estúpida, pero la única respuesta que le funcionaba era la verdad.
-Bueno, por eso de que son delgados por naturaleza. Qué potra, ¿no? -Ruth sonrió, intentando que no se le notara la vergüenza.
-Ah, sí... -Eric no parecía haberlo entendido del todo.
De nuevo, el silencio.
-Oye, ¿y qué fue de tu perrita, Noah?
-La atropelló un camión.
Ruth quería darse un cabezazo contra la pared.
<< ¿Es que aún puedo meter más la pata? >>
-Lo siento muchísimo. Mierda, qué torpe soy...
-No lo sientas, mujer. No tenías ni idea. Además, ya está superado. Aunque... a veces pienso que yo tuve la culpa, porque se me olvidó cerrar la puerta y entonces Noah salió disparada y cuando quise darme cuenta...
-Joder... Bueno, tampoco tienes que culparte, yo pienso que fue simplemente un accidente. Los accidentes ocurren, nadie los incentiva.
-Ya, sé que realmente no tuve la culpa. Pero... bueno, fue un accidente que se pudo evitar, ¿no?
-Todo puede evitarse. Pero entonces viviríamos encerrados en un cubo hermético para no estar en contacto con los peligros del exterior como que un coche te salpique al cruzar un charco junto la acera, cortarte el dedo por pasar la hoja de un libro o sufrir alguna clase de contusión o rotura de uña jugando a las canicas con tu primo pequeño.
Eric miró perplejo a Ruth y acto seguido se echó a reír. Ruth estaba seria pero luego también soltó una risotada.
-¡No olvides llevar una mascarilla, por lo de los gérmenes patógenos! -dijo Eric entre risas.
-¡No, no lo olvidaré!
Eric paró de reír.
-Gracias, Ruth. Ahora me siento un poco menos culpable.
-Va, hombre. Mejor que dejemos ese tema, ¿no te parece? El pasado se queda en el pasado.
-Llevas toda la razón -dijo Eric con una sonrisa.
Caminaron durante unos minutos más y doblaron una esquina. Ya estaba en la calle de Ruth.
-¿Esta es tu calle?
-Sí, ya casi llegamos...
-No, no es por eso. Es que también es la mía.
-¿Ah, sí? ¡Qué coincidencia!
-¡Ya lo creo! ¿Dónde vives?
-En la casa número 12.
-La mía es la 20.
-Qué bien, ya nos hemos ubicado.
-Jaja, sí... Bueno, entonces espero verte de nuevo.
-Sí, volveremos a vernos las caras.
-Jaja... Ah, se me olvidaba darte mi número. Aunque... Creo que ya no hace falta. Si necesitas algo, ya sabes donde vivo.
Ruth estaba eufórica. Le encantaba tener un amigo. Nunca había tenido uno. Nunca un chico se había acercado tanto a ella, era siempre había sido la rara. Pero ahora, Ruth podía ser lo que quisiera. Su vida en ese momento era un cuaderno en blanco en el que podía escribir cualquier cosa, y hacerlo realidad.
-Vale.
La sonrisa no desaparecía de su cara, y empezó a sentirse estúpida. La borró rápidamente y añadió:
-Tú también sabes ahora dónde vivo... por si me necesitas.
Eric abrió mucho los ojos por un momento y sonrió.
-Tomo nota.
-Eso es, toma nota, no vaya a ser que se te olvide.
-Jaja, no se me olvidará -Eric sonrió.
Ruth también sonrió y entró en su casa.
<< ¿Por qué se ríe conmigo? ¿Acaso soy divertida? ¿O es que el hecho de que no nos conocemos provoca un ambiente de tensión del que solo se puede escapar con una risa forzada? >>
Ruth dejó a Noah en el suelo.
-En fin, ya estamos en casita...
Ruth miró a los ojos a la pequeña perra. Noah la miraba con la boca abierta y jadeante. Le resultó tremendamente simpática.
<< ¿No parecen así los perros que están sonriendo? >>
-Creo que te voy a dar una ducha, bonita.
Noah no cambió su expresión.
-Sí, sí, ven por aquí, bonita, ven.
Noah husmeó el suelo y se dirigió a la cocina.
-No, por aquí no.
<< Vaya, no me paré a pensar en que ahora tengo que adiestrarla. >>
Ruth cogió a Noah en brazos y la llevó al cuarto de baño.
<< Quizá... Si me es demasiado díficil... Tendré que solicitar la ayuda de Eric. >>
Se puso contenta de tan sólo pensarlo. Miró sonriente a la perrita y la metió dentro de la bañera.

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